En la intersección entre los Andes y la Amazonía, la Universidad Hemisferios resguarda un ecosistema de alto valor científico y ecológico: la Hemisferios Biodiversity Reserve. Entre los primeros hallazgos está la observación de tapir andino. Actualmente las cámaras continúan activas. En este entorno se desarrolló IMAGO, un proyecto interdisciplinario impulsado desde el Media Lab de la Facultad Internacional de Comunicación e Industrias Culturales de la Universidad Hemisferios (FCOM), con participación de docentes y estudiantes. La iniciativa se basa en una pregunta urgente: ¿cómo observar la vida sin alterar su equilibrio natural?
Con una extensión de 2.168 hectáreas, esta reserva forma parte del corredor ecológico Antisana–Sumaco y alberga once ecosistemas distintos, en los que se han identificado más de 120 especies de aves, 23 mamíferos, nueve anfibios, 11 reptiles y más de 200 especies de plantas vasculares.
IMAGO combina investigación científica, educomunicación y tecnología. Su principal herramienta es el fototrampeo: cámaras activadas por movimiento que registran la fauna en su entorno sin interferir en su comportamiento. Esta técnica permite documentar la presencia y actividad de especies con hábitos poco visibles, aportando datos fundamentales para el conocimiento y la conservación.
En su primera fase, el equipo liderado por los investigadores Juan David Bernal Suárez, decano de la FCOM, Diego Ortiz Jaramillo, profesor FCOM, Alicia Urgellés, directora de la carrera de Comunicación y el investigador, Leonardo Román instaló cinco cámaras trampa a lo largo de un transecto de dos kilómetros dentro de la reserva. La metodología siguió protocolos del World Wildlife Fund (WWF) y del Global Biodiversity Information Facility (GBIF), asegurando la validez y trazabilidad de los datos.
El resultado más destacado fue el registro del tapir andino (Tapirus pinchaque), una especie catalogada en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Las cámaras captaron al menos tres individuos a 2.300 metros de altitud, ampliando así el rango conocido de esta especie en Ecuador. Las imágenes también muestran un posible cortejo, lo que aporta información inédita sobre su comportamiento reproductivo en ambientes de nebliselva.
Además, se identificaron otras especies como la zarigüeya andina, la ardilla de cola roja, la paloma perdiz goliblanca, el gavilán alas anchas y perros domésticos ingresando a la zona, estos últimos con conductas de marcaje territorial que representan un riesgo para la fauna nativa.
Los hallazgos de IMAGO no solo enriquecen el conocimiento biológico de la región. También permiten diseñar estrategias de conservación basadas en evidencia, sensibilizar a la comunidad universitaria y generar narrativas públicas que refuercen la protección de los ecosistemas. Las imágenes captadas alimentarán recursos pedagógicos, materiales de divulgación y publicaciones académicas.
La presencia de perros salvajes, señales de tala selectiva y otras presiones humanas reveladas por las cámaras también evidencian los desafíos que enfrenta la conservación en territorios vivos, donde lo humano y lo silvestre conviven en tensión. En ese sentido, el proyecto plantea una mirada integral que no separa el conocimiento científico de la responsabilidad social y ambiental.
En palabras de su equipo, la Hemisferios Biodiversity Reserve es un “laboratorio vivo”, donde la observación se convierte en conocimiento, y el conocimiento en acción científica y educativa. Desde allí, la universidad promueve una “excelencia profundamente humana”, que conecta la investigación académica con el compromiso ético con el planeta.
Para los próximos meses, IMAGO prevé ampliar el monitoreo con más cámaras, desarrollar talleres escolares con las imágenes obtenidas, y analizar otras amenazas como turismo no regulado o especies invasoras. También se plantea coordinar acciones con corredores ecológicos más amplios, como el Napo–Pastaza.
Así, desde una reserva ecuatoriana, la Universidad Hemisferios demuestra cómo la ciencia universitaria puede convertirse en motor de conservación, educación y acción pública frente a la crisis ambiental.
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